Fui testigo

Quizás como nunca, la decisión de que el Premio Nacional de Derechos Humanos 2016 recayera en la persona del sacerdote jesuita José Aldunate se ajusta con precisión a lo obrado en su trayectoria.

La audiencia presente en la ceremonia de premiación realizada en el Museo de Bellas Artes fue testigo de un enorme acto de justicia, el que tuvo momentos marcados por su simbolismo. Enmarcar dicho reconocimiento en un lugar como el elegido implicó devolverle una belleza no del todo valorada al legado genuinamente humanista del “Padre Pepe”, como le decían cariñosamente quienes trabajaron con él en aquellos largos y aciagos días de la dictadura cívico-militar. La belleza de la acción guiada por una finalidad intrínsecamente humana, honesta, comprometida con la noción de un mundo más justo, para todos y todas, sin distinciones, sin concesiones, sin acomodos. 

Aquella noble simpleza que implica vivir a tono con las convicciones más preciadas, de algún modo trae al presente destellos de un mundo que parece haberse extinguido, pero que sin embargo alcanzan a iluminar a un Chile de hoy necesitado de sentidos cuando el camino parece haber sido extraviado. Esa era la impresión que quedaba en el ambiente mientras transcurría la ceremonia.

Pero todavía faltaba la voz de José Aldunate, que emergió lenta y trabajosamente a sus noventa y nueve años ante un silencio que impactaba e inundó el lugar. Lo sorprendente es que sus palabras no sonaban como un mero eco que surgía del pasado o como una letanía por lo irremediablemente perdido, sino que de pronto adquirieron un significado profundo, como si por un fugaz instante la conciencia de la humanidad hubiera hablado sobre las cosas que hay que hacer, sobre los rumbos que hay que enmendar.

Entonces fue que desde las gargantas de los integrantes del Movimiento contra la Tortura Sebastián Acevedo, brotó espontáneamente esa canción, que hoy ya es un himno, “Yo te nombro, libertad”, que al ser entonado por el resto del público se tornó en una suerte de liturgia que remeció a todos y todas los que estaban allí presentes.

Justo reconocimiento, en el otoño de su vida, el Padre Pepe Aldunate convocando a un nuevo entendimiento y a una profunda dimensión de los Derechos Humanos.