Hace unos días, la intervención artística creada por el colectivo feminista Las Tesis “Un violador en tu camino”, no solo se viralizó en las redes sociales nacionales, sino que tuvo lugar en muchas ciudades del mundo. Se escuchó fuerte y claro en las voces de miles de mujeres “y la culpa no era mía, ni dónde estaba ni cómo vestía”. La intervención no solo emplaza al Estado y sus instituciones, también debiera interpelarnos a los demás miembros de la comunidad. Porque en este marco, cabe preguntarse: ¿quién falló en el cuidado para prevenir que niñas y mujeres fueran víctimas? ¿por qué llegaron hasta ahí? Porque lo concreto es que ellas no son las culpables. Cuando cientos de mujeres han sido víctimas de violencia sexual, tenemos el deber de preguntarnos qué rol juega la sociedad y el Estado para prevenir que ello ocurra.
A partir de la performance, muchos de los relatos de las adolescentes que han colmado las redes sociales están relacionados con sus experiencias en el pololeo y con relaciones de pareja, en principio, consentidas. Esos testimonios dan cuenta de una carencia importante de adultos y adultas cuidadores/as que hayan podido acompañar de manera adecuada sus experiencias afectivas y sexuales, que les hubiera permitido advertir que estaban inmersas en un círculo de violencia nocivo e inaceptable. A su vez, pareciera ser que los adolescentes varones tampoco cuentan con redes de apoyo y acompañamiento para que su desarrollo afectivo y sexual se funde en el respeto y la empatía por el otro, lo que les impide establecer relaciones sanas, horizontales y libres de estereotipos.
La performance de Las Tesis no debiera dejar a nadie indiferente. Emplaza a las autoridades para establecer con urgencia políticas públicas de largo plazo que tengan por objeto erradicar la violencia contra niñas y mujeres, basadas en la promoción de derechos, en la prevención y en nuevas reglas de convivencia, libres de los estereotipos propios de la sociedad patriarcal en la que vivimos. Y también a los/as adultos/as que debemos ejercer roles de cuidado, para estar más alertas y, sobre todo, conectados/as con las experiencias cotidianas de niñas y adolescentes. Es una responsabilidad ineludible en el escenario actual, para la construcción de una sociedad más empática, respetuosa y fraterna.
*Camila De la Maza, Coordinadora de Seguimiento Legislativo de Corporación Opción