Desafíos de la adopción: ¿Un nuevo nombre es un nuevo comienzo?

La convención sobre los Derechos del niño ratificada en Chile el 14 de agosto de 1990, busca principalmente asegurar que todos los niños y niñas se beneficien de una serie de medidas especiales de protección y asistencia, entre ellas, ejercer su derecho a la identidad, la que garantiza que tengan un nombre y una nacionalidad desde su nacimiento.

El nombre, como parte de la identidad, es uno de los elementos fundamentales en la vida de todo ser humano, pues forma parte de sus orígenes y lo hace ser una persona única. En los procesos de adopción, la intención de modificar el nombre del niño o niña, suele ser más frecuente de lo esperado y poco se habla de ello.

¿Cuál es el peligro? Se pone en riesgo la única certeza que hasta ahora él o ella ha tenido: saber quién es. Entonces, pedirle a alguien -cuyo mundo está cambiando- que también cambie su nombre de pila, equivaldría a exigirle que sea alguien distinto de quién ha sido.

La identificación con el nuevo núcleo familiar no puede depender de un nuevo nombre -que además es un cambio que habitualmente se realiza en forma unilateral- sino que debería surgir a partir de la construcción de vincular que facilita el apego y pertenencia del niño o niña con la nueva familia.

Un nuevo nombre debiera responder a un acuerdo basado en el respeto, aceptación y comprensión de la historia previa del hijo o hija, considerando siempre su opinión. Una aceptación íntegra de él o ella implica el reconocimiento y valoración de sus orígenes, junto con darle la posibilidad de que éste pueda decidir cómo quiere llamarse, más allá de los deseos y motivaciones particulares de los adultos. 

La integración familiar es un proceso a partir del cual se construyen relaciones basadas en el afecto. Los niños y niñas son parte de ese proceso y también necesitan tiempo, especialmente para integrar su historia y cerrar de forma simbólica su etapa de vida anterior a la adopción. Es aquí cuando, libre y espontáneamente, ellos y ellas pueden referir su deseo de cambio de nombre.

La adopción no intenta borrar la propia identidad, ni tampoco pretende el olvido de su pasado, sino por el contrario, busca el derecho a vivir en familia, teniendo como base el respeto a sus orígenes. Conjuga la historia de los padres, de los niños, y aquella que en conjunto construyan como familia.

Los desafíos de la adopción son variados y requiere de padres sensibles y capaces de postergar sus propios anhelos en pos de una crianza reparatoria, la cual se inicia con el respeto al derecho a la identidad de quien les ha permitido convertirse en familia adoptiva. 

Camila Valladares, Directora PRI Punta Arenas